martes, 29 de junio de 2010

Número 1 - Escribir para ninguno

......"y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida,
paridora de muchas vidas, y manos cansadas.".....


Como todas las tardes arrastró la silla de madera hasta la vereda y se sentó junto a la puerta de su casa. Doña Tita miraba todo y no miraba nada. ¿Por qué esa empecinada rutina de sentarse allí? ¿Esperaba algo? No. ¿Esperaba a alguien? No. Sin embargo, a veces se apuraba para salir a sentarse en la vereda, como quién debía cumplir con una obligación. ¿Tenía quizás algún presentimiento sobre el regreso de algún ser querido o solamente intentaba apaciguar su soledad con ese ritual diario?
Doña Tita sólo recibía algún saludo de los que pasaban por allí, pero no hablaba con nadie. Los vecinos no sabían mucho de ella pero hacían conjeturas..."la vieja no se aguanta sola en esa casa tan grande..."; "…pues, ¡qué injusta que es la vida!!!!! ¡Siempre criando niños ajenos y nunca tuvo los propios!!”
Algunas mujeres del vecindario sentenciaban: " a quién Dios no le da hijos...el diablo le da sobrinos"........"¡Y los muy desagradecidos no aparecen!" Las lenguas mas filosas declamaban: "vaya uno a saber... la doña debe haber tenido su carácter, siempre pareció muy parca...y muy rara" agregaban otras. Pero a ciencia cierta nadie sabía nada... Sólo había una verdad: hacía muchos años (ya no recordaban cuántos)  la vieja casona había albergado a varios niños y Doña Tita los había criado sola, trabajando duramente para mantenerlos. Un buen día, los niños, ya transformados en jóvenes se fueron yendo, tan misteriosamente como habían llegado.
Como todas las tardes, cuando el sol ya empezaba a ocultarse, la vieja arrastró la silla de madera hasta el interior de su casa y cerró la puerta. Atrás dejó a los vecinos con sus habladurías y con el misterio y ella, adentro, con su vida no tan sola, porque estaban sus recuerdos, esos que venían cuando se sentaba en la vereda a no hacer nada.

MARÍA EDITH 

"Esa mujer que corre por la calle 
como si fuera a abrir las puertas a la aurora" (V. Aleixandre)

Corre como si fuera otra,
noche, sueño.
Corre soltando
su lastre de estrellas,
sus velos de luto,
sus pies de plomo.
Corre como si fuera nadie,
sueño, otra.
Corre indeclinable
hasta que los mirlos callan.
Entonces se detiene.
Abre las puertas. Anuncia el día.

Sandra

Para tí, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar,
estás leyendo estas letras.

Caminante que pasas junto a esta lápida
y te detienes a leerme:
no vamos a hacerte mal. Somos palabras.
Con tu lectura nos estás dando a la vida.
Cuando te vayas, todos dejaremos de existir:
tú como lo que lee, nosotras como lo leído.

Caminante que pasas junto a esta lápida y no te detienes:
andate a la reputa madre que te remilparió.

(De una antigua lápida de nombre inidentificable).
Mariano Nicolás Donadío